sábado, 1 de diciembre de 2007

24 de noviembre

Salí por la tarde a hacer la compra semanal tras terminar de comer. Estaba anocheciendo de camino al LIDL. Por fin pude encontrar las tan anheladas lentejas y las latas de atún en conserva. Me mondaba de risa por la de veces que había pasado delante de ellas sin darme cuenta, y eso que para el atún era fácil, porque se escribe como en inglés, “tuna”. Iba cargando con las bolsas de la compra a rebosar, como de costumbre, cuando pasé junto al parque con los desnudos árboles (el otoño los ha dejado sin apenas hojas a los pobres). Me alegré al mirar hacia el firmamento y encontrar de nuevo a mi inseparable amiga la luna. Era la primera luna llena que veía en Colonia, pues la anterior con el ajetreo se me pasó completamente. Es curioso que mucha gente se queje de la contaminación de Colonia cuando se puede respirar sanamente su aire y los cielos son siempre claros y escampados. Quizá en los barrios industriales, pero lo que es en mi barrio y en el de Patri la polución es inapreciable, por no decir inexistente.

Estaba absorto en mis pensamientos acerca del reencuentro con mi querida amiga cuando advertí la presencia de alguien en el parque. A unos 20 metros de distancia del punto en el que me encontraba una pequeña figura parecía balancearse en los columpios. Hasta ese momento creí estar solo, pero de repente empecé a escuchar una siniestra cancioncilla de juego de niños. Sentía cómo mis ojos se iban acostumbrando a la oscuridad y percibía a la figura con más nitidez. Era una niña a la que una extraña neblina recubría, otorgándole un extraño brillo azulado a la luz de la luna. Iba vestida con traje de época y tenía el cabello rizado con tirabuzones. Estaba de espaldas a mí y tarareaba la canción, a la que unas cortas y espaciadas notas de piano acompañaban. No me moví del sitio pero sentí cómo veía la distancia más corta y a la niña más cerca. Fue entonces cuando giró la cabeza para mirarme y… resultó ser una chica que estaba fumando y hablando con una amiga a la que no vi antes por sus oscuras ropas. Alemania es la cuna del romanticismo, quizá me dejo cautivar más de la cuenta por su exotismo esotérico…

2 comentarios:

Jeparla dijo...

Juer, que miedo de niña hasta que te diste cuenta que habia otra con ella. Que yuyu...

mimotaku dijo...

Si al final no era ni una niña, era una tía con pinta de macarra que estaba fumando con su amiga!! Mi imaginación me juega malas pasadas... xD