Estuvimos hablando de tonterías. Es curioso cómo a pesar del idioma, las bromas son casi las mismas. Acabamos siempre desvariando y desviándonos de lo que se supone tendría que ser una conversación medianamente organizada. La ruta continuó hasta el Mediamarkt, donde Anton pudo poner a prueba una de mis mejores habilidades, memorizar. Se quedó pasmado comprobando cómo reconocía cualquier serie o película sólo con mirar la portada de la carátula con el título tapado. Me preguntaba continuamente cómo era capaz de acordarme de todo, títulos sin traducir inclusive. No conozco la respuesta, es algo intrínseco a mi persona.
Después fuimos hacia la Mayersche y de nuevo volvió a comprobar mis capacidades con los mangas y cómics de cualquier nacionalidad (en ocasiones me dejaba acertar el autor si el título figuraba solamente en alemán). A continuación cogimos dirección este hacia Heumarkt, para pasar frente a los peluches y sus encandiladoras “performances”. En ese momento nos preguntamos qué hacer antes de volver a casa finalmente y Anton sugirió que nos sentáramos en medio de los adoquines de la calle. Lo que no esperaba es que lo fuera a hacer. Allí sentado en el frío suelo reparé de nuevo en que la tienda de Lego se hallaba a pocos metros de distancia de donde estaba.
Entramos y os puedo asegurar que eso era el paraíso (sin atender a los precios, claro): miles de bloques de piezas repartidos en vitrinas redondas, maquetas de Star Wars, Harry Potter, Batman, Bob Esponja, Bionicle por doquier, etc. Bloques gigantes, disfraces, neceseres, espadas de gomaespuma, pistolas, imanes, llaveros; y al fondo del pasillo, escondida tras una jirafa y un señor recreados a escala real, estaba la mesa donde se podía jugar a montar bloques. Era una mesa triangular y justo en el centro tenía un hueco a rebosar de bloques de Lego. Estuvimos por lo menos media hora montando súper-armas y vehículos para derrotar la fortaleza del contrario. Anton construyó un coche con la cúpula de un castillo y yo hice lo mismo con otra cúpula para transformarla en un bólido. Combatimos y… gané porque en el tiempo que el construyó el suyo me dio tiempo a montar otro transporte de emergencia para mi científico loco, que acabó dominando el mundo con su emisor de ondas lava-cerebros.
Laura nos llamó para quedar cuando estábamos terminando y alucinó con lo que le contamos. Finalmente, le di a Anton dos bombas de gomaespuma como venganza final, pero me mató con una daga de cartón-piedra, así que quedamos en tablas. Cuando llegué a casa, dormí un poco pero no conseguí despertarme para volver con Laura, también porque el móvil se quedó sin batería.

3 comentarios:
O_O
Que grande es el mundo lego.
Ahora me has dado envidia, yo tambien queiro jugar con Lego
Seguro que en Barna y Madrid hay alguna, si me entero os acompaño y echamos unas peleíllas!!
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