lunes, 31 de diciembre de 2007

Última actualización del año

En primer lugar, ¡disculpas a los lectores!
He pasado unas semanas muy ajetreadas (supongo que como el resto de vosotros con esto de las vacaciones de invierno).
Mi "regalito" de fin de año es una mini-actualización con los días 07-10 de diciembre. Sé que es tardía, pero prometo darle un poco de caña a este asunto y poner el resto de los días hasta el 20 de diciembre (no contaré lo acontecido en las vacaciones porque no suceden en Alemania/Kinderland, donde se desarrolla la acción del blog).

¡¡FELIZ AÑO NUEVO A TOD@S!!

martes, 18 de diciembre de 2007

06 de diciembre

Quedamos con Neri al salir de clase para tomar algo en el Asta café. Hablamos tanto y de tantas tonterías que al final nos dieron más de las 18h, hora en que cerraban el bar, aunque podíamos seguir sentados hablando. La camarera se nos acercó y nos ofreció unos sándwiches de queso pues prefería regalárnoslo antes que tirarlos a la basura. Así fue como comprobamos que la comida en el Asta café no se guarda de un día para otro. Sobra decir que formó parte de mi cena.

05 de diciembre

Comí en la mensa con Laura. Pensé que iba a ser un miércoles como cualquier otro pero cuán equivocado estaba. Todo comenzó cuando al salir de la mensa Laura me comentó que tenía que ir a mi barrio para hacer de modelo para una diseñadora a la que casualmente había conocido. Neri iba a acompañarla pero finalmente no pudo por lo que me ofrecí no solo a ir con ella hasta mi barrio sino también estar con ella durante la sesión fotográfica.

Llegamos al atelier, que estaba en un edificio medio derruido al que se accedía a través de una escueta cochera. Los edificios contiguos eran pabellones que aparentaban llevar allí desde la guerra, con la fachada descuidada y el interior en ruinas. Se rodaba un corto por los alrededores, había focos y telas por todo el patio interior. El atelier era la viva imagen de la inquilina, Diana, caótico pero a tono con los viejos e inhabitados edificios, quien nos recibió con los brazos abiertos. La fotógrafa hablaba en castellano y le dijo a Laura que comenzara a cambiarse tras agradecernos que asistiéramos.

Había dos chicas que parecían modelos, muy serias y maquilladas, casi inexpresivas, que marcharon junto a la fotógrafa fuera para empezar las fotos. De pronto, Diana se acercó a mí y me preguntó que si podría hacer de modelo masculino para ella, pues venía otro chico pero tenía ropa más adecuada para mi talla (L). Ante la sorpresa, respondí que sí, que no había problema, y unos segundos más tarde me estaba cambiando junto a Laura. Estábamos muertos de vergüenza pero nos reíamos. Los pantalones no me subieron más allá de las rodillas. En cambio la sudadera me quedaba un poco holgada.

La descripción de la ropa sería de alternativa, con muchos remiendos y jirones de tela cosidos sobre sudaderas y pantalones a cuadros, a caballo entre la estética punk y grunge de principios de los 90. Salimos fuera y tras ver cómo posaban las modelos, decidimos intentar ser un poco más naturales que ellas, si bien no lo hicieron mal. El tiempo apremiaba pues la iluminación era escasa y estaba anocheciendo (eran menos de las 17h). Laura se veía forzada al igual que yo. Evitábamos reírnos pero tampoco podíamos ponernos serios, consiguiendo una expresión cuanto menos desconcertante.

Volvimos para cambiarnos de ropa y esta vez nos hicimos fotos a lo “fashion victim”, en un carrito de montacargas. Finalmente le pedimos a la simpática fotógrafa que nos retratara juntos y comenzamos a hacer el tonto subidos en el carro. Ni que decir tiene que fueron las fotos que más nos gustaron porque eran más naturales, riéndonos bailando en el carrito. Antes de marcharnos, Laura tenía más ropa que ponerse y esperé sentado hablando con el chico que iba a ser el modelo, que había llegado. Estuvimos comiendo bizcocho de zanahoria (me encanta) que Diana había puesto a nuestra disposición. Diana compartía atelier con otro diseñador que requirió de los servicios de Laura para que hiciera de modelo para él durante unos instantes.

Sabíamos de antemano que no iba a haber remuneración, pero al final, en la despedida, Diana nos regaló unos broches de tela de diseño grotesco (Laura y yo nos miramos sigilosamente pensando “¿qué demonios es esto?”) y nos dijo que nos pasaría las fotos después de navidad. Nos despedimos y fuimos bajo el paraguas hasta la parada del tren riéndonos de lo sucedido.

Hicimos tiempo merendando en mi casa (que quedaba cerca) hasta que nos encontramos con Anton en Heumarkt, donde planeábamos patinar sobre hielo. Con lo que había llovido la pista estaba empapada y era imposible, por lo que fuimos a tomar algo de Glühwein, un vino tinto típico de las navidades alemanas, que tiene la peculiaridad de tomarse caliente en taza (si devuelves la taza te reembolsan dinero, si te la quedas, ya has pagado por ella). Dimos una vuelta y paramos a tomar unas cervezas. Al marchar a casa, paramos de nuevo en la pista y pese a los pataleos por intentar resistirse, introdujimos en volandas en la misma a Laura (que alegaba no tener miedo) hasta que unos seguratas nos echaron riéndose del espectáculo.

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Para que podais haceros una idea de cómo fue la ropa, os aconsejo que visiteis la web de Diana:
http://www.subjektiva.de

04 de diciembre

En clase de alemán tuve la oportunidad de hacer un examen de prueba para hacerme a la idea de cómo sería el que tendría justo la semana siguiente. Me dio mala espina lo enrevesado del vocabulario de los textos, acostumbrado a la dificultad media del curso, aunque me dio motivos para dar un repaso más a fondo a los apuntes. Para rematar la faena, nos pusieron un rapa para aprender los participios pasados la mar de hortera. Al terminar, Laura me acompañó para asistir a una clase de Fonética alemana, aunque finalmente no salió adelante (en parte por la gran negativa de la profesora del curso, que para colmo era gratuito y sin límite de plazas, que alegó que no podíamos incorporarnos, aunque en un perfectamente inentendible alemán pese a nuestros fútiles intentos por darnos a entender en inglés y alemán). Para olvidar el mal trago fuimos a comer a la mensa un sabroso plato de carne.

03 de diciembre

Agotador lunes. Sobran las palabras para describirlo y apenas destacar un par de cosas, entre ellas que como Patri se encontraba mal, decidió marcharse a casa, perdiéndose los apetitosos bombones que la belga del curso de conversación trajo para merendar. La clase fue divertida porque una de las chicas expuso una presentación acerca de la ciudad de Colonia, ocasión que aprovechamos para preguntar acerca de los lugares recomendados para visitar, sobre todo para salir. En cambio, la presentación de Anton fue más profunda, desarrollando el debate entre religión y ciencia. Su conclusión fue que ambas se compaginaban, explicando cada una lo que la otra no podía responder. Estuvo bien y se notaba que la trabajó, aunque percibimos cómo estaba más tenso que siempre, acostumbrados a sus soltura con el inglés.

martes, 11 de diciembre de 2007

02 de diciembre

Con lo que no contaba al día siguiente era que libraba esa semana de hacer la limpieza pero mis compañeros no, por lo que dormí menos de lo esperado. Hacía un frío tremendo y me había levantado en un horrendo día de resaca (no por las cervezas, sino por la falta de sueño). Estuve deambulando por el piso hablando con los compañeros en ocasiones y en otras a través del portátil. Como todos los domingos, día de guardar en casa (animado especialmente por el grisáceo y ventoso día, que ponía banda sonora con las ráfagas de viento que se colaban por los huecos de la ventana del pasillo).

01 de diciembre

Empecé el mes de buen ánimo. En todo el sábado apenas hice nada salvo ponerme al día en algunos asuntos como la universidad o los contactos a través de internet. Tampoco tuve que salir a comprar salvo un par de cosas porque había amortizado la semana saliendo a comer fuera en varias ocasiones. Lo mejor vino por la noche.

Quedé con Laura y Neri para ir a celebrar una pequeña fiesta en Zollstock, el barrio de Laura. Ya os he informado con anterioridad sobre el incremento de mi afinidad espiritual o mi capacidad para encontrarme con sucesos fuera de lo común. Aquella noche vi algo que me encantó. Iba de camino al metro por el sendero de Deutzer cuando subí la vista al oscuro cielo. De pronto, vislumbré tres pequeñas luces que no paraban de moverse de un lado a otro en la escampada noche. Creí que eran ovnis, pero mi imaginación suele jugarme malas pasadas ya que finalmente descubrí que las luces provenían de los potentes focos de una discoteca situada al norte. Fanfarroneé para mis adentros diciendo que estaría mejor que en lugar de ser una luces normales lo que cruzara el firmamento en la noche fuera… ¡sí, una cuarta luz surgió de repente como habiéndome leído el pensamiento! ¡El símbolo de Batman se erguía sobre las volátiles luces!

Aún en Zollstock vislumbraba a lo lejos las cuatro juguetonas luces, entre ellas mi favorita, la del murciélago como emblema. Me reuní en casa de Laura con ella misma, Neri, Henner y un vecino coreano de Laura que se animó a sumarse a la cervezada y la degustación de tortilla de patatas. Acabamos tronchándonos de risa por cualquier chorrada y congeniamos con el vecino de Laura. Fue una noche divertida de la que solo sobrevivimos hasta el final de la misma los tres mosqueteros españoles, viendo Padre de Familia en el portátil de Laura, que había amenizado la velada a ritmo de jazz.

viernes, 7 de diciembre de 2007

30 de noviembre

Quedé por la tarde con Anton para hacer tándem de español-alemán, pero más que limitarse a una aburrida pseudo-clase, la tarde fue una de las más divertidas que he tenido en Colonia. Primero nos dirigimos desde Heumarkt al Alter Market, el mercado navideño que han colocado en plena plaza de la catedral (antes de llegar pasamos por dos mercadillos desde Heumarkt, todos clónicos con los mismos adornos, chocolates, vinos, crepes y salchichas). Pasamos entre la muchedumbre y fuimos a tomar un helado al McDonalds (de esos de un euro, nada de exquisiteces).

Estuvimos hablando de tonterías. Es curioso cómo a pesar del idioma, las bromas son casi las mismas. Acabamos siempre desvariando y desviándonos de lo que se supone tendría que ser una conversación medianamente organizada. La ruta continuó hasta el Mediamarkt, donde Anton pudo poner a prueba una de mis mejores habilidades, memorizar. Se quedó pasmado comprobando cómo reconocía cualquier serie o película sólo con mirar la portada de la carátula con el título tapado. Me preguntaba continuamente cómo era capaz de acordarme de todo, títulos sin traducir inclusive. No conozco la respuesta, es algo intrínseco a mi persona.

Después fuimos hacia la Mayersche y de nuevo volvió a comprobar mis capacidades con los mangas y cómics de cualquier nacionalidad (en ocasiones me dejaba acertar el autor si el título figuraba solamente en alemán). A continuación cogimos dirección este hacia Heumarkt, para pasar frente a los peluches y sus encandiladoras “performances”. En ese momento nos preguntamos qué hacer antes de volver a casa finalmente y Anton sugirió que nos sentáramos en medio de los adoquines de la calle. Lo que no esperaba es que lo fuera a hacer. Allí sentado en el frío suelo reparé de nuevo en que la tienda de Lego se hallaba a pocos metros de distancia de donde estaba.

Entramos y os puedo asegurar que eso era el paraíso (sin atender a los precios, claro): miles de bloques de piezas repartidos en vitrinas redondas, maquetas de Star Wars, Harry Potter, Batman, Bob Esponja, Bionicle por doquier, etc. Bloques gigantes, disfraces, neceseres, espadas de gomaespuma, pistolas, imanes, llaveros; y al fondo del pasillo, escondida tras una jirafa y un señor recreados a escala real, estaba la mesa donde se podía jugar a montar bloques. Era una mesa triangular y justo en el centro tenía un hueco a rebosar de bloques de Lego. Estuvimos por lo menos media hora montando súper-armas y vehículos para derrotar la fortaleza del contrario. Anton construyó un coche con la cúpula de un castillo y yo hice lo mismo con otra cúpula para transformarla en un bólido. Combatimos y… gané porque en el tiempo que el construyó el suyo me dio tiempo a montar otro transporte de emergencia para mi científico loco, que acabó dominando el mundo con su emisor de ondas lava-cerebros.

Laura nos llamó para quedar cuando estábamos terminando y alucinó con lo que le contamos. Finalmente, le di a Anton dos bombas de gomaespuma como venganza final, pero me mató con una daga de cartón-piedra, así que quedamos en tablas. Cuando llegué a casa, dormí un poco pero no conseguí despertarme para volver con Laura, también porque el móvil se quedó sin batería.

29 de noviembre

En la primera asignatura de los jueves la profesora se ausentó aquella mañana así que pasamos el rato hablando de tonterías hasta la siguiente clase. Por la tarde Laura me animó a salir un rato para tomar unas cañas en un lugar que quería enseñarme, un bar situado junto a la mensa. El sitio era de lo más estrafalario: retro y hortera, repleto de salas (se ve que no era un local anteriormente habilitado para ser un lugar público, sino una casa antigua) separadas por endebles cortinas (más bien velos) y mesas recién barnizadas que solían tener pañitos y cosas típicas de hace medio siglo sobre ellas. La música y el ambiente eran agradables, por lo que nos pusimos a desvariar hablando. De pronto, me di cuenta de que en plena euforia de mi conversación, me había quedado solo hablando con Laura porque el resto de los presentes guardaban un incómodo silencio. En ese momento, me puse nervioso e involuntariamente grité “¡Poned la música!”, que también había desaparecido.

Miré a Laura, que había reaccionado frente al impulso pegándose contra la pared y agachándose, como si no quisiera que la relacionaran conmigo, y me miraba con cara de asustada. Estallamos en carcajadas ante lo ridículo de la escena y volvimos a la conversación. Antes de irnos, le dije que el local estaba bien, pero que era muy estilo “Pedro Almodóvar” y que para ser totalmente “kitsch” no bastaba con las velas, los visillos, los latones de galletas y las sillas de mimbre, que hacía falta alguna imagen religiosas totalmente descontextualizada. Entonces fue cuando Laura me instó a mirar a mi derecha y tras unas macetas, se encontraba un Cristo en technicolor, con los colores chillones. A pesar de lo horrendo del gusto de los decoradores, el local nos gustó.

domingo, 2 de diciembre de 2007

28 de noviembre

La clase de Sprechen (conversación alemana) fue de lo más instructiva y por fin empecé a aprovecharla tal y como planeaba inicialmente, compaginándola con el curso de alemán para retener conocimientos. Como la profesora (que es un amor, muy amable y simpática. Parece que le hemos caído en gracia, porque cuando explica algo, muy disimuladamente dice los términos claves para la comprensión de la explicación en castellano, pese a que hay alumnos de todas las nacionalidades, turcos, italianos, egipcios, etc. Pero el trato especial es para nosotros, incluso nos pregunta sobre cómo nos va la vida por aquí. Lo dicho, además de joven y amable, buena profesora) sigue los contenidos del curso de alemán, aprovecho para repasar y comprobar si de algo no me enteré bien, aunque en esta asignatura aprendo más y mejor que en la oficial, curiosamente.

Después de la clase, fui a la mensa a echar un vistazo a los menús, que esta semana eran temáticos (cada día dedicado a la comida típica de un país diferente), aunque acabé comiendo un plato de verdura en forma de rosquilla con salsa. No me reconozco, con la poca verdura que solía comer en casa.

27 de noviembre

¡Pero qué ricas que me salieron las salchichas al vino! Sin duda, el plato con el que más satisfecho me siento de todos los que he cocinado. Aparte de confeccionar semejante manjar, por la tarde lo más destacable fue asistir a la presentación oral que un grupo de clase exponía. Fue muy diferente a las que he tenido oportunidad de ver: entretenida e interactiva con el público pero con el fallo de ser excesivamente larga.

Al finalizar la clase, acudí a mi encuentro con Anton, que me propuso asistir a un “palique” o charla en castellano. Llegamos a duras penas al local, algo apartado del campus, el café Süd. Allí se reunían estudiantes de varias nacionalidades que habían cursado anteriormente estudios en países de habla española. Al cabo de poco tiempo me di cuenta de que poco pintaba allí (dominaba mi lengua materna mejor incluso que la profesora asistente) salvo supervisar las intervenciones de mi alumno aventajado, Anton, que demostró tener excelentes aptitudes para aprender idiomas nuevos. Es increíble el ritmo al que progresa. Espero que se me pegue un poco para mi aprendizaje de alemán.

Nos largamos pronto, no sin antes tocar un poco una guitarra que tenían por allí desperdigada. Acordamos tener más clases pero sin necesidad de volver al “palique”, que no terminó de convencernos. También prometimos cada uno aprender los tres idiomas más útiles y hablados del mundo: chino, inglés y español (ya llevo dos de tres, eso que le saco de ventaja a Anton).

Eso que veis en el centro es una chuletilla que tenía por ahí guardada

sábado, 1 de diciembre de 2007

26 de noviembre

Fuimos a comer a la mensa y después preparar las presentaciones orales en inglés que tendríamos que presentar aquella tarde. Eran dos en total para Patri y para mí: una sobre lo que quisiéramos, temática libre; y la otra sobre tradiciones y fiestas populares del lugar del que procediéramos. Decidimos hacer la presentación sobre cultura en conjunto y la verdad es que el resultado fue apoteósico.

Antes de ir a clase, estuvimos calentando motores preparando los esquemas de nuestras presentaciones con el “brainstorming” o lluvia de ideas. Coincidimos con unos compañeros del curso de conversación durante la espera y estuvimos hablando un rato sobre tonterías, pero fue gracioso. Ya en clase, primeramente Patri habló sobre recetas típicas de España para toda la clase: tortilla de patatas (cuyo origen fue durante un periodo de hambruna y escasez de alimentos. Fue fruto de la creatividad de la gente, que decidió mezclar los pocos ingredientes de los que disponían), paella (en Levante saben mejor debido a la mayor concentración de cal en el agua. Su origen fue el aprovechamiento de marisco que no se vendía) y gazpacho (recomendado en verano para combatir las altas temperaturas). Resultaba curioso ver cómo los compañeros de clase tomaban nota de las recetas. Lo mejor fue cuando una chica (de la que nos consideramos seguidores no confesados, porque cuando se pone a hablar, no para. Nos aburre con sus largas conversaciones y también nos marea por tanto como gesticula, pero en el fondo nos cae muy bien. Lo de seguidores no era broma) nos dijo que unos amigos suyos franceses le habían preparado un guiso muy rico con patatas, aceite y quizá huevo, a lo que le respondimos que era exactamente lo explicado, tortilla de patatas (esta vez se lo dijimos en castellano, porque no asociaba “tortilla” con “spanish omelette”, el nombre por el cual Patri se refería al castizo guiso). Fue una pena no poder llevar muestras para que probaran las exquisiteces.

A continuación, di una clase magistral de introducción al sistema de cómics japoneses, los manga. No parpadeaban siquiera de tanto como alucinaban. Les mareé un poco con tanto término específico y tanta clasificación. De nuevo, respondía a una serie de preguntas que me iban haciendo. Entre sus observaciones, las más destacables fueron sobre el sistema de lectura (de derecha a izquierda) y por qué no estaban a color las revistas que les enseñé, que si eran para colorearlas. Les dije que no eran a color porque normalmente se producen con poco tiempo para que los autores puedan colorear los cómics, pues además son productos de consumo rápido. También que no solo eran para niños, pues había temáticas de todo tipo, con enfoque adulto incluso. Finalmente, me preguntaron desde cuándo leía cómics y si también dibujaba, a lo que respondí que leía y dibujaba desde que tengo uso de razón.

Seguidamente, cada uno empezó a explicar las costumbres destacables de sus lugares oriundos. Hubo festejos de todo tipo: matrimonios (con cosas tan poco usuales como llenar la calle de las futuras parejas con cacharros y regalos varios), carnavales, fiestas religiosas, etc. Sacamos en conclusión que en toda Europa lo que la gente busca realmente de una celebración es consumir alcohol, y en grandes cantidades. Todas las fiestas acababan en borrachera ineludiblemente.

Helen, la chica habladora, habló sobre la fiesta de Pascua en su pueblo. La peculiaridad aparte de colorear los huevos es que la gente se dedica a empapar con cubos de agua a los que se dirigen a misa ese día, por lo que no pueden entrar chorreando a la iglesia. Tampoco hay excepciones para los que quieren guardar en casa, pues nos contó que un año despertó alarmada de su plácido sueño porque alguien de su familia decidió despertarla a base de chorros de agua fría (en vivo su explicación ganaba, con sus múltiples gesticulaciones).

Por fin llegó nuestro turno. Patri comenzó hablando de la geografía española, haciendo hincapié en La Alhambra (Granada) y su nominación a las 7 nuevas maravillas del mundo. Continuó hablando de las comidas típicas nuevamente, el folklore y las peculiaridades de las diferentes zonas. A continuación, expliqué las principales y más conocidas celebraciones: los sanfermines (de vez en cuando Patri colaboraba con pequeñas aportaciones, tal y como había hecho yo con su exposición. Al final acabamos haciéndolo en conjunto tal y como habíamos planeado inicialmente), donde les advertí de que eran divertidos (de paso introduje el tema de la tauromaquia, de la cual explicamos que si bien era popular, paulatinamente ganaba detractores. Les explicamos que la mayoría de los jóvenes no nos identificamos con esa costumbre que consideramos cruel y recalcamos las protestas que se hacen cada año en contra de estos eventos) a pesar de todo. Les explicamos que eran varios días de corte etílico y que a pesar de que atraía a mucho público internacional, mucha gente a muerto corriendo frente a los toros (también cité algunas polémicas como la acontecida este verano con el padre pillado in fraganti con el hijo, lo que le costó la custodia).

A continuación, les hablé de las romerías: en qué consistían, qué se hacía, y de nuevo que tuvieran cuidado con vigilar la cartera y no sufrir ningún accidente de tráfico, pues la gente no controlaba sus límites con el alcohol, especialmente en fiestas. En segundo lugar, llegaron las conocidas fallas, en las que la gente construía figuras que se mofaban de los políticos y personajes populares, así como algunas de gran artesanía y belleza, para ser quemadas al poco de cogerles cariño (este hecho les traumatizó, causando gran conmoción en el aforo). Por la noche llegaban los fuegos artificiales, que eran muchos, variados y coloridos. Igualmente, les advertí de los peligros que conllevaba presenciar aquellos espectáculos, pues las cenizas ardientes que caían podían llegar a quemarles el pelo o la ropa e incluso dejarles ciegos, por lo que les aconsejé que huyeran.

Alucinaron con nuestra exposición, estaban exaltados y boquiabiertos, pero habían disfrutado con lo que les explicamos. Añadí posteriormente la tradición de los castells o torres humanas catalanas, para los que la gente se preparaba previamente con mucho entrenamiento para subir unos encima de otros pero que igualmente había casos en los que la torre se desmoronaba y alguien caía para bien matarse o quedar paralítico. Fue cruel pero creímos conveniente que conocieran ambas facetas de las fiestas populares, la divertida y la peligrosa. Acabamos entre risas animándoles a que fueran de visita a España pero al mismo que tuvieran cuidado, pues todas las fiestas eran divertidas pero peligrosas.

Finalmente, Anton explicó una leyenda acerca del 1 de marzo en Moldavia (en el cual, según la leyenda, el sol en forma humana era liberado del aprisionamiento de un dragón, que le mantuvo cautivo hasta que los moldavos le liberaron. Pero el guerrero más valeroso fue herido y la sangre que derramó en la nieve que se derretía queda simbolizada en los pétalos de los almendros que florecen con la llegada de la primavera y dos pompones que Anton trajo (que parecían arrancados de las cortinas de su abuela), uno blanco y otro rojo. Por supuesto, la celebración acababa en borrachera, como cada tradición europea que se precie. Lo curioso es que existe una leyenda japonesa casi idéntica cambiando los nombres en la leyenda y los almendros por cerezos) y Emily, la profesora, detalló la celebración de Acción de gracias y algunas fiestas locales. No recalcó las partes etílicas de las celebraciones que comentó, al parecer, inexistentes (claro que, luego encuentras que en las fiestas de quinceañeros muchos consumen alcohol e incluso drogas duras como el éxtasis. Que no, que no van a dárnosla con la doble moral americana de nuevo).

La chuchería de aquel día fueron unos bastones de pan tostados muy salados, pero igualmente apetecibles.

25 de noviembre

Día tranquilo como pocos. Aproveché para hablar con mis familiares y experimentar en la cocina. Preparé unos macarrones con carne picada que estaban para chuparse los dedos. Le voy cogiendo poco a poco el truco a los fogones pese a que cada vez cocino menos.

No sé qué se celebraba por la noche, pero sobre las 20h aproximadamente, me giré a mirar por la ventana porque una traca de fuegos artificiales se veía a lo lejos junto al estadio Köln Arena.

Hmm... rico, rico...

24 de noviembre

Salí por la tarde a hacer la compra semanal tras terminar de comer. Estaba anocheciendo de camino al LIDL. Por fin pude encontrar las tan anheladas lentejas y las latas de atún en conserva. Me mondaba de risa por la de veces que había pasado delante de ellas sin darme cuenta, y eso que para el atún era fácil, porque se escribe como en inglés, “tuna”. Iba cargando con las bolsas de la compra a rebosar, como de costumbre, cuando pasé junto al parque con los desnudos árboles (el otoño los ha dejado sin apenas hojas a los pobres). Me alegré al mirar hacia el firmamento y encontrar de nuevo a mi inseparable amiga la luna. Era la primera luna llena que veía en Colonia, pues la anterior con el ajetreo se me pasó completamente. Es curioso que mucha gente se queje de la contaminación de Colonia cuando se puede respirar sanamente su aire y los cielos son siempre claros y escampados. Quizá en los barrios industriales, pero lo que es en mi barrio y en el de Patri la polución es inapreciable, por no decir inexistente.

Estaba absorto en mis pensamientos acerca del reencuentro con mi querida amiga cuando advertí la presencia de alguien en el parque. A unos 20 metros de distancia del punto en el que me encontraba una pequeña figura parecía balancearse en los columpios. Hasta ese momento creí estar solo, pero de repente empecé a escuchar una siniestra cancioncilla de juego de niños. Sentía cómo mis ojos se iban acostumbrando a la oscuridad y percibía a la figura con más nitidez. Era una niña a la que una extraña neblina recubría, otorgándole un extraño brillo azulado a la luz de la luna. Iba vestida con traje de época y tenía el cabello rizado con tirabuzones. Estaba de espaldas a mí y tarareaba la canción, a la que unas cortas y espaciadas notas de piano acompañaban. No me moví del sitio pero sentí cómo veía la distancia más corta y a la niña más cerca. Fue entonces cuando giró la cabeza para mirarme y… resultó ser una chica que estaba fumando y hablando con una amiga a la que no vi antes por sus oscuras ropas. Alemania es la cuna del romanticismo, quizá me dejo cautivar más de la cuenta por su exotismo esotérico…

23 de noviembre

Poco tengo que comentar de este día. Escaneamos unos documentos al terminar la clase y aproveché la mañana para pasar de nuevo por la tienda de cómics con motivo de recopilar material para la exposición que tendría que hacer en clase de conversación. El fin de semana empezó muy tranquilo, dado que mucha gente estaba de viaje a Berlín o Amsterdam, excursiones a las que llegué tarde para apuntarme, aunque las siguientes seguro que no se me pasan.

Lo que cayó aquella mañana (Fue barato, no os exaltéis)