La divertida noche anterior se convirtió en nuestra particular despedida hasta después de las vacaciones de invierno. Tras la cena, estuvimos tomando vino los cuatro y riéndonos hasta que nos dieron las tantas de la madrugada, cuando pretendimos ir a reunirnos con el resto de la gente, aunque viendo las horas que eran, decidimos no ir porque seguramente no encontraríamos a nadie más.
Por la tarde fuimos a ayudar a Neri con una repentina mudanza, pues se le complicó el asunto del alquiler del piso y tuvo que dejarlo. Fue una mala pasada para ella porque al día siguiente volvía a casa y debía dejar los asuntos resueltos en la medida de lo posible hasta la vuelta, con lo que tuvo que ser todo deprisa y corriendo. Tan apresurado como la visita que hicimos Anton y yo a la merienda navideña que el grupo del curso de conversación había organizado para aquella tarde.
Al final acabamos despidiéndonos por teléfono porque Laura estaba igual de ocupada y con el lío de la mudanza nos desperdigamos.
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