domingo, 28 de octubre de 2007

10 de octubre

Nos propusimos la noche anterior estar en pie prontito para empezar con la montaña de papeleo pendiente que tenía. Preparamos la carpeta con los documentos necesarios (Patri se quedó sorprendida porque yo sin saberlo traía de España un documento de vital importancia), desayunamos y a las 10:00, creo recordar, nos fuimos a la parada de tren de Efferen para ir al centro de la ciudad, Neumarkt. Como ya os he adelantado, tenía algo muy importante: el certificado provisional de estudiante en la universidad de Köln. Es un papelito fraccionado en tres partes que incluye mi número de matrícula (para pedir muchas cosas y abrir más puertas de las que cierra no tenerlo), un certificado para pagar el abono transporte por tres meses y un justificante de pago. Este papelito me permite, hasta conseguir el carnet definitivo, viajar ilimitadamente por transporte urbano hasta el 15 de noviembre. Con él, otra persona puede viajar gratis conmigo a partir de las 20:00 por lo que me han comentado.

Lo primero que teníamos que hacer era crear una cuenta bancaria en un banco alemán para poder pagar los gastos obligatorios: el alquiler del piso y las tasas del carnet universitario/abono transporte. Nos acercamos a una sucursal en la que no quisieron abrirme una cuenta porque residía en el otro lado del río, por lo que fuimos a otra sucursal, más grande además, que había en la misma plaza de Neumarkt. Allí nos recomendaron ir a la oficina de empadronamiento a hacer el “ameldun” (“ameldunarse” es un verbo que hemos creado, que en alemán significa lo que imagináis: empadronarse), obligatorio para abrirse una cuenta, independientemente del tiempo que vayas a pasar en la ciudad, por lo que no os extrañéis.

De camino al “Rathaus” (ayuntamiento) paramos para comprarme una tarjeta de teléfono móvil alemana para poder contactar con los de aquí (españoles o no). La compañía fue O2 y con la compra de una tarjeta de prepago (14 euros) más la de una tarjeta de recarga de 30 euros, me regalaban 40 euros más de saldo. Tienen un sistema de recargo que ya podrían poner en España: si compras una de 10 euros te recargan 5 más; con una de 20, 15; y con la de 30, 20 euros. Como podéis suponer, me dieron la bonificación más alta.

Pasamos por una plaza pequeñita con varias oficinas hasta llegar a la del ayuntamiento, donde parecía congregarse un pelotón de gente celebrando una boda (un miércoles, sí, no habéis leído mal). Preguntamos dentro a un señor que nos indicó que allí no era donde debíamos empadronarnos (en concreto yo, Patri ya sabía que al vivir en Efferen tendría que ir a otro sitio a hacerlo porque no entraba en la jurisdicción). Salimos de aquel sitio y volvimos a la plaza que habíamos cruzado para girar a la izquierda en dirección a otra oficina. Allí el recepcionista espetó una sonrisa burlona cuando nos indicó que debíamos subir a la primera planta para ser atendidos. Ya veréis por qué se reía.

En el primer piso cogimos un papel con el número que nos daba turno. Tras un buen rato esperando que nos tocara, pues el panel que indicaba los números no se movió en 15 minutos aproximadamente, preguntamos a una pareja de mediana edad que también parecía estar esperando. Ellos nos dijeron que la máquina funcionaba bien y de repente el número saltó como 5 cifras. Si lo llegamos a saber hubiésemos preguntado antes porque casi al momento nos tocó entrar. Mientras permanecíamos esperando sentados hubo una cosa que me escamó: había muchos folletos explicativos con fotos de bodas.

Al entrar nos recibieron dos mujeres que nos preguntaron en alemán una serie de cuestiones de las que apenas entendimos nada. Me quedé con una palabra que parecía clave: “verhairatet”, que significa “casado”, aunque Patri, que era nuestra mediadora no reparó en ella. Una de las mujeres, viendo que llevábamos un ratillo perdiéndonos en la conversación, nos preguntó que si hablábamos inglés a lo que respondimos en seguida que así era. Ella entonces nos comentó que si queríamos casarnos y, a pesar de la repentina pregunta, respondimos instintiva y repetidamente que no. Anda que si llegamos a firmar algo sin que nos lo explicaran en inglés ya estaría de nupcias ¡el primer día en Köln!

Me quedé paralizado del shock mientras Patri, como buenamente pudo en medio de risas, explicaba cómo y por qué habíamos llegado a esa oficina, que era la de casamientos por lo que averiguamos. Ellas nos indicaron de nuevo la dirección para ir a la oficina correcta, que estaba en la misma plaza solo que debíamos haber girado a la derecha al salir del ayuntamiento. Eran más de las 12:30 y temíamos quedarnos sin resolver ese asunto por lo que a trompicones, mientras volvíamos a comentar y reírnos de lo acontecido, corrimos hacia la oficina de empadronamiento.

Por suerte no cerraban ese día hasta las 13:30 por lo que no tuvimos mayor problema salvo esperar turno otro cuartillo de hora. Nos atendió esta vez una señora muy amable que nos preguntaba cosas en alemán a la vez que me pedía el pasaporte y el certificado provisional de estudiante. De entre las monótonas cuestiones cabe destacar la de si estaba casado (momento cómico al rememorar mentalmente mi casi-nuevo estado civil) o la de mi religión, ninguna. Tras terminar, fuimos al servicio cada uno, pero no solo por necesidad sino también por curiosidad, pues Patri me había comentado que algunos váteres públicos tenían luces de neón ultravioletas en vez de los ya clásicos fluorescentes. Fue algo extraño pero divertido, parecía que estuvieras haciendo las necesidades en una escena de CSI.

De vuelta al banco, una chica joven nos atendió y procedió a seguir uno por uno los pasos a seguir para crear la cuenta del banco. Nos dijo que fuéramos a la Kasse (ventanilla donde se hacen los procedimientos normales en un banco, tales como transferencias, ingresos o extracciones) de la misma sala para ingresar dinero en la cuenta, que ella ya se encargaba de cobrar el abono transporte. Así hicimos y nos fuimos sobre las 14:00, hora en que vimos idóneo el momento de ir a comer.

Lo que mejor nos venía era ir al campus de la universidad para comer en la “Mensa” (comedor universitario). Cogimos la línea 9, una línea que ya se ha convertido para mí en habitual y de uso diario, en Neumarkt y nos bajamos en la parada de Universität, que es en la que debo pararme para ir a clase. Hay varios restaurantes y mensas pero de las veces que he ido solo he comido en el más grande, el que queda más cerca de la parada de tren. Consiste en una especie de buffet libre: coges tu bandeja y te sirves la comida por la que luego pagarás. En primer lugar están los estantes con cuencos pequeños de ensaladas y pudding; luego vienen los platos y digo platos porque son enormes. Comes uno y quedas saciado, os lo aseguro, son una especie de combinación de un primer y segundo plato en una fuente redonda (no me atrevo a asegurar que sean platos); por último llegan los yogures y las bebidas.

Por toda la sala hay neveras con zumos, yogures para beber y demás chucherías, aunque mejor no encapricharse con ellos pues son algo caros. Ese día el plato que escogimos de entre las dos posibles elecciones fue algo estrambótico: mortadela con patatas asadas y salteado de verduras. Creo que el otro era pescado pero no me hagáis mucho caso. Patri me aconsejó que llevara mi propia bebida de casa, pese a que las coca-colas no me parecieron caras en comparación de las de las cafeterías de la universidad autónoma. Aquí venden botellines de 75 cl. por 85 céntimos y en la autónoma por 80 céntimos sólo puedes beberte una triste lata de 33 cl. Los yogures que había de postre son más grandes que el prototípico que compramos en España. Son de 150g y traen tropezones de fruta o compota (aún me debato entre ambas posibilidades). Para que os hagáis una idea, son como los que venden en el LIDL. Están muy ricos y llenan, que es lo que interesa.

Invité a Patri ya que se estaba tomando demasiadas molestias conmigo y ambos menús apenas costaron 5 euros. Como veis, la mensa es una buena opción para comer barato y bien si además te traes tu propia bebida y/o postre de casa. Otra peculiaridad de la mensa es que tiene horario limitado: de 12:00 a 14:30, dependiendo del humor con el que se haya levantado el personal que allí trabaja. Cuando anunciaron por megafonía que el chiringuito cerraba, fuimos a soltar la ya terminada comida. Ahora viene lo curioso: el sistema de reciclaje de Alemania.

Los germanos parecen estar verdaderamente concienciados con la causa del reciclaje (quizá para compensar el alto consumo de calefacción del que hacen uso). Existen máquinas y contenedores que te reportan dinero cada vez que devuelves un botellín o casquete de cristal. Las propias expendedoras de coca-cola te devuelven unos céntimos al introducir tu botella de plástico vacía en un torno expendedor. Me dieron 15 céntimos, poca cosa pero me hizo ilusión el curioso sistema. Patri me explicó que en algunas tiendas (aquí las llaman “Kiosk”) te dan un dinerillo por los botellines de cerveza que devuelves, por lo que es muy habitual encontrarte a gente buscando en los contenedores de basura para juntar los necesarios para obtener un par de eurillos. Ella y unos amigos lo habían intentado unos días atrás aunque no sacaron mucho por casi 20 cervezas: casi no les daba para una bolsa de patatas.

También nos pasamos a comprar una tarjeta para hacer la colada (que puede recargarse en el recinto de la mensa, en una oficina contigua) y a hacer la tarjeta sanitaria, la AOK, que es la que me permitirá asistir a consulta médica por menos dinero del que pagaría sin ella, unos 10 euros. Aquí el sistema sanitario no es público y por lo que me han comentado es mejor no ponerse malo porque cuesta una verdadera pasta ir al médico, así que si me dan a elegir prefiero permanecer sano todo el tiempo que pueda.

Como no podíamos recoger mis llaves hasta la tarde del día siguiente volvimos a su casa en Efferen para descansar con una siestecita y consultar el correo electrónico. La mañana nos había cundido realmente. El tiempo no fue muy frío, sobre los 15 grados quizá y con el mismo sol siempre. Las mañanas son las 11:00 interminables; las tardes (a partir de la sobremesa más o menos) son las eternas 17:00; y a las 19:00 horas todo cambia porque anochece. Pablo, un Erasmus de Málaga, vino a recogernos a media tarde para ir al centro, cerca de Neumarkt, a la plaza de la catedral de Köln, donde habían quedado un amplio grupo de Erasmus españoles. Salimos de Efferen con otro grupo de chicos y chicas españoles y partimos hacia el encuentro.

Una vez sobre las 20:00 estábamos frente a la catedral para irnos a una fiesta en un bar que se encontraba próximo. Pude recrearme brevemente echándole un vistazo a la fachada de la catedral, con lo cual decidí que sería una visita obligada para otro día. Nos reunimos con un grupo de 20 personas y fuimos a la fiesta, que era en una sala donde había una barra, un escenario para el disc-jockey y un reciento vallado en medio de la misma sala, lleno a rebosar de colchones y almohadones. La fiesta era, por lo que nos habían contado, una batalla de “kopfkissen” (almohadas). Los primeros en participar fueron unos combatientes locales que se deshicieron a almohadazos frente a los allí presentes. Seguidamente al final de su combate, unos cuantos espontáneos españoles les imitaron e incluso un aguerrido ejército de chicas se montó su particular batalla. Fue divertido y por suerte la música acompañaba, no era machacona, melodías rock con algo de electrónica suave.

Aunque no soy nada discotequero, amorticé los dos euros que nos había costado la entrada en reírme de los incautos que se convertían en blanco de los trozos de colchón y gomaespuma que resultaron de las amistosas peleas. Cómo no, también me uní en lanzar trozos a todo aquel que pillaba desprevenido y repartí espumilla sobre las cabezas de los que más próximos tenía. Eché de menos en ese momento no haber hecho más caso de mi hermana mayor, que durante el verano me aconsejó meterme en un foro para Erasmus pues muchos de los que estaban allí ya se conocían anteriormente a su llegada a Colonia. De todas formas, era comprensible que estuviera cohibido y perdido entre el barullo de gente, pues soy tímido por naturaleza a la hora de conocer gente nueva y apenas llevaba 24 horas allí.

La fiesta terminó a las 23:00 aunque la impresión general que tuvimos a la salida era de estar en la calle a las 4:00. Es la otra hora habitual en el cielo de Colonia. Ya pueden ser las 00:00 o las 5:00 que parecerá que vives en plenas 4:00 de la madrugada. Como a partir de las 00:00 los trenes empiezan a reducir considerablemente su horario, cogimos el de las en punto para volver a casa. En el grupo en el que volvimos, los autodenominados “Efferinos” (habitantes del recóndito Efferen), persistían las ganas de juerga por lo que nos fuimos al cuarto de la lavadora próximo a la casa de Patri e hicimos una ronda de cervezas antes de ir a dormir sobre las 02:00.

2 comentarios:

joseisidro dijo...

cuanto realismo el dia que viste el anuncio del "desconcierto de las chicas picantes"

mimotaku dijo...

Digno de Halloween, vaya.
Y eso que no lo recuerdo porque estuve en trance...