domingo, 28 de octubre de 2007

23 de octubre

Tuve que hacer acopio de todas mis energías para poder abrir los párpados, incorporarme de la cómoda postura en la que dormía y estirar el brazo para apagar la alarma del móvil. Eran las 07:45 de la mañana. Dando tumbos contra las paredes del pasillo me levanté, desayuné y marché hacia la parada del metro. Empezaba a las 08:45 la primera clase del curso de alemán. El concepto de hora punta no es algo que escape al ritmo de Colonia, por lo que sumado a los semáforos en rojo que constantemente interrumpían el trayecto hacia la universidad, resultaron ser una combinación infalible para que llegara tarde a clase. Es un don inocuo que llevo explotando desde que tengo uso de razón.

Al tercer intento conseguí dar con la puerta correcta, pero por suerte llegaba a tiempo para empezar la clase como el resto de los presentes (aproximadamente 15 personas sin contar a la profesora, de todos los sexos, edades, colores y nacionalidades). Me sorprendió ver que en mi mismo turno estaban presentes Pablo y Rocío (dos efferinos, no confundir a la chica con Rocío-la-casi-bilingüe) pues sabían muchísimo más alemán que yo, que apenas balbuceaba un par de tiempos verbales. Me detallaron lo que había explicado la profesora y procedimos a realizar unas encuestas que servirían de boceto preliminar para desarrollar unos ejercicios de conversación con los que nos presentamos los unos a los otros. Mientras íbamos rellenando nuestros formularios individualmente (previa explicación) la profesora fue tomando nota de cada uno de nosotros. Cuando se acercó a preguntarme, le expliqué mi situación y el porqué estaba allí y no en su lista. Me dijo que no habría problema, pero que necesitaba un impreso que deberían haberme entregado en secretaría y una persona para intercambiarme, o mi estancia dependería exclusivamente de su aprobación (parece que fue estricta, pero nada más lejos, lo explicó todo con un tono muy agradable).

Hicimos una parada hacia las 10:15 (nadie soportaría hasta las 12 sin hacerlo) con lo que salimos a la calle a tomar un poco el aire (pese a que la mañana se antojaba fría) y entramos en la cafetería adosada al edificio de los cursos. Se llama Asta Café y a juzgar por la música tan animada que ponen a estas tempranas horas, podría pasar perfectamente por un local “after-hours”: chill-out, música con toques latinos, merengue, rumba, etc. La verdad es que se estaba muy bien y conseguía mantenernos despiertos, lo cual tiene su mérito.

Por supuesto, las raíces son algo que por más tiempo que pases fuera no desaparecen del todo, están tan asentadas en el fondo de nuestra psique que coordinan nuestro modus operandi. En resumidas cuentas, que tras reírnos un buen rato hablando con un rumano, Gabo (de Gabriel) que se unió a nuestra conversación del café, llegamos tarde a clase armando un poco de alboroto con las carcajadas. La profesora se dirigió a mí al entrar (juro que lo primero que pensé fue: ¿qué he hecho esta vez? ¡Yo no quería pero me obligaron a hacerlo, suplico clemencia!), pero a la segunda frase ya comprendí que lo que quería decirme es que una chica italiana (que se había añadido a la clase durante el descanso) estaba en mi situación pero a la inversa. Olvidaba comentaros el nada aclaratorio detalle de que desde el comienzo, las clases se imparten íntegramente en el idioma local, por lo que en ocasiones me entero de la misa, la media.

La segunda parte de la clase consistió en la continuación del ejercicio de presentaciones, primero con un juego de encadenar nombres (debías memorizar cómo se llamaban los que iban delante de ti y a continuación añadir tu nombre. Menos mal que fui el quinto. Nadie era capaz de pronunciar correctamente el de Rocío, para disfrute del personal) para después seguir con una entrevista por parejas. Me tocó un señor egipcio que trabajaba en unos laboratorios de observación. Arrea. Creo que si seguimos a este paso, en el segundo cuatrimestre me pondrán en el nivel de los casi-bilingües.

Al finalizar la clase, me acerqué a la profesora para hablar con ella sobre si aún debía ir a recoger el impreso pero me dijo que ya no era necesario. También le di las gracias a la italiana antes de que se marchara. Le formulé a mi profesora, Margret, una última pregunta: le expliqué que si habiendo estudiado alemán solamente durante tres semanas el pasado julio, el nivel de la clase era el adecuado para mí o si debía cambiarme al más bajo para evitar problemas a la hora de seguir el ritmo de la clase. Su respuesta fue que no me preocupara, que este era el idóneo para mi nivel y que en dos semanas seguramente hablaría alemán mucho mejor. Me dio un último consejo: que evitara pasar mucho tiempo con españoles e intentara hablar con mis compañeros de piso en alemán siempre que pudiera.

Me fui a casa a comer y descansar un poco. Tenía que estar de vuelta en la facultad por la tarde, así que tras cocinar una chuleta de lomo con patatas fritas (antes de venirme, me informé un poco y averigüé que contrariamente a lo que la gente piensa, las frituras son sanas, puesto que conservan los nutrientes de los alimentos mucho mejor que los de otros sistemas de guiso, ya que su preparación es casi instantánea y el aceite permite que no se pierdan radicales libres. Más información en vuestro buscador de internet favorito) que me salió en su punto (rebañé hasta el hueso, para que os figuréis. Hice fotos que dan hasta ganas de comérselo con solo mirarlo) con un poco de pasta para acompañar.

Hablé con mis padres por el skype, ya que la noche anterior la conexión iba tan mal que consiguió cabrearme. Me fui con el tiempo muy justo (con el diario se me pasó la tarde volando. Aproveché para actualizarlo porque no conseguía dar una cabezadita). De vuelta a la universidad, asistí nuevamente a una clase de la profesora Imán Makeva Laversuch (“Whoopi”, cariñosamente, para resumir). Qué decir nuevamente de cómo se maneja esta mujer en su oficio con absoluta soltura. Solamente añadir que a pesar de sus constantes avisos de que exigía gente dispuesta a trabajar duro en su clase, la sala seguía estando a rebosar tanto como en la primera semana.

Lo cierto es que la carga de trabajo era muy elevada. El porcentaje de créditos se conseguía elaborando un trabajo de investigación en grupo que incluía visitas para documentarse a colegios bilingües, institutos e incluso países de habla inglesa. El listón de experiencias en años anteriores estaba muy alto, pues además del trabajo escrito, el mismo debía exponerse en clase, preferiblemente con opciones de interactividad entre el público (es decir, al mismo tiempo que exponías, el resto de tu grupo tendría que organizarse para repartir mientras tanto ejercicios con preguntas y juegos para despertar el interés del público presente.

Ya estábamos mentalizándonos para decidir qué hacer cuando Patri me indicó desde su sitio que esperara. Cuando todos los alumnos alemanes hubieron expresado públicamente cuál era su intención (tema a desarrollar, exposición o no), la profesora dio paso al comentario del examen escrito de múltiple respuesta, al cual se podía optar incluso sin hacer presentación. Consistía en leer un libro fotocopiado de una extensión comprendida entre las 300 páginas a doble cara, lo cual nos deja con un abultado documento de 600 páginas. Fue entonces cuando la atención pasó a nosotros, los Erasmus (el efecto boca a boca consiguió que duplicáramos nuestro número). Estábamos tan tensos que ni reaccionamos cuando la profesora nos dijo que nuestra labor se limitaba a hacer leer el libro y hacer el examen, que para colmo iba a ser más fácil que para el resto. Según extraje de sus palabras, porque comprendía que para nosotros ya era trabajo suficiente el tener que manejarnos en idiomas que no eran nuestra lengua madre.

Nos miró sorprendida al ver que ni nos inmutábamos (tardamos en procesar la información del repentino susto que nos llevamos) y se quejó diciendo que una vez hizo lo mismo en una estancia en Barcelona y la gente se puso a aplaudirle. ¿No es adorable? De verdad, esta mujer hace méritos cada día para que le cojas cariño, es un amor. No obstante, aún hay más explicaciones que añadir. Nos dijo que en la siguiente clase recaudaría un fondo para costear las fotocopias del libro, pidiéndonos un euro solamente a cada uno de los presentes. Normalmente la universidad pagaba el coste del fotocopiado, pero al ser este año el volumen de páginas mayor que el de anteriores años y contando con que éramos más de un centenar de personas en clase, el fondo se utilizaría para premiar las mejores exposiciones en caso de que tuviéramos que pagar nosotros mismos el taco de fotocopias.

La gente aplaudió la iniciativa y la clase terminó con una serie de preguntas de cuestiones técnicas (a los Erasmus ya no nos inculcaba esta cuestión) sobre los trabajos. Madre mía, ahora que acabo de caer en la cuenta, no os he explicado lo que ocurre al término de cualquier clase, algo que sin duda despertará vuestra curiosidad. Cuando las clases acaban, los alumnos aplauden, pero no dando palmadas: con el puño cerrado, golpean sucesivamente unas pocas veces sobre las mesas, de esta forma, menos ruidosa que el tradicional aplauso, se demuestra que la clase ha concluido con éxito. Quizá lo hayáis visto en las películas, pero os aseguro que es una de esas cosas que deben verse en persona.

Había quedado con los Erasmus españoles en ir al Flannagan’s , que es un pub donde la entrada sale a un euro todos los martes, pero decidí posponerlo una semana más pues estaba cansado por no haber dormido la siesta (nunca lo hago salvo que no haya dormido lo suficiente).


4 comentarios:

joseisidro dijo...

continua con el diario esta estupendo, para que pueda servir de ayuda a otros Erasmus y para quienos queremos saber de ti solo le faltan fotos que supongo ya pondras

Anónimo dijo...

Exigimos fotos del bistec!! XD
Después del trato de deferencia de la profe hacia vosotros nunca jamás podrás quejarte de los beneficios que pueda tener aquí un extranjero eh xD

Anónimo dijo...

Este diario es horrible ....no tiene sustancia ni chicha , he hecho verdaderos esfuerzos por no dormirme
o añades algo ficticio , pero interesante , o la gente no vuelve a comprar esta publicación esto.... como se llamaba...... a si !!
la farola !! jejejeje

Auf wiedersehen

sabes ya quién soy ?? jejeje

pues deberías ...... jejeje

mimotaku dijo...

Hola a todos!
Respondo en orden ascendente:

1)¡Claro que sé quién eres!, lo pone ahí: anónimo.
Ok, tomo nota, se supone que tengo que ser objetivo pero tanta formalidad me está cansando, jejeje, con lo que me gustan las idas de pinza como lo de las Spic... esto... las innombrables.

2)xD En breve dedicaré un post solo para fotos y creo que está entre ellas.
Creo que es de las pocas veces que me han marginado positivamente en la uni, lo que yo te diga, ¡¡Alemania es de otro planeta!!

3)¿De qué me sonará tu nombre? :p
Claro, la intención es esa, ser un ejemplo para generaciones venideras y que vean lo que no deben hacer, jajaja.