domingo, 28 de octubre de 2007

14 de octubre

Recuerdo esa mañana como una de las más conflictivas de las que he tenido en Colonia. Sobre las 10 de la mañana un estruendoso ruido de guitarra me despertó. Intenté inútilmente volver a quedarme dormido pues el maldito no cesaba. Pasadas casi dos horas en las que apenas concilié de nuevo el sueño decidí ir directamente a solucionar el conflicto. Tras varias intentonas descubrí que el alboroto provenía de la habitación que estaba justo sobre la mía. Llamé a la puerta del piso y me abrió un chaval con apariencia de saber perfectamente el motivo de mi visita y como si tuviera un grado de empatía conmigo, apenas me dejó explicarme y me acompañó justo a la puerta de su compañero. Un tío alto con cara de psicópata era el diestro (en otra vida que no en la presente) guitarrista autor de mi desasosiego.

Le rogué que por favor no tocara tan alto independientemente de la hora del día que fuera y que pensara en el resto de las personas del bloque. Le expliqué que desde mi habitación podía distinguir cada nota perfectamente y que no era precisamente mi intención el dedicarme a eso habiendo dormido escasas horas. Parece que entró en razón porque pude dormir hasta las 15:00.

Ese día era día de descanso por lo que aparte de cocinar unas espirales con tomate frito y jamón serrano (del que me quedaba de España) que no cocí lo suficiente no hice gran cosa. Pasé la tarde continuando este diario que había comenzado la tarde anterior, no fuera a olvidar detalles importantes de la primera semana. Hacia media tarde entablé una interesante conversación con Dennis en la que me comentaba aspectos relacionados con la ciudad de Colonia. Nos pusimos a fregar la loza: yo enjuagaba los platos y demás componentes y Dennis los secaba. Me preguntó que si me había levantado esa mañana por el ruido del de arriba (pese a que era inaudible desde su cuarto) lo cual me sorprendió ya que juraría que no había nadie más en pie en el piso cuando ocurrió. Él me comentó que el chico que me abrió la puerta era compañero de clase y amigo suyo y que se lo había comentado por Messenger. Me comentó además que en ese piso tenían problemas entre ellos por lo mismo por lo que si volvía a molestarme solamente debía decírselo a él y avisaría a su amigo.

También me dijo que si el “rockero” (y mira que a mí me encanta el rock) reincidía a pesar de los avisos podía acudir a los de mantenimiento para que tomaran medidas más drásticas. Le agradecí de nuevo las explicaciones y me dijo que si quería coger una de las sillas del comedor para la habitación podía hacerlo libremente solo que debía estar atento para que el día en que vinieran a revisar el piso no nos dijeran nada por ver cosas fuera de su sitio habitual (añadió que a él le parecía una chorrada pero que era mejor evitar problemas). Me despedí hasta la noche y me fui a mi cuarto para guardar en mi pen-drive lo que había escrito y poder enviarlo por email desde el ordenador de Edu, quien estaba convaleciente del frío que había pasado la noche anterior, al que no estaba nada acostumbrado.

Aún así, el contacto con mi familia me parecía insuficiente en aquello momentos e hice algo que no os recomiendo hacer sin previa meditación: llamarlos por teléfono. Fue un momento duro, mejor preparaos mentalmente para que el impacto emocional sea más leve. Hablé apenas unos minutos con mi madre y mi hermana mayor y tuve que colgar porque no podía aguantar más, rompí a llorar. Intenté disimularlo cuanto me fue posible y colgué para no dejarles con mal cuerpo. Pese a que no había tenido momentos tristes durante esa semana y había empezado todo con mucho entusiasmo, no pude contenerme e instintivamente me emocioné. Me sentía mal, triste como no podía haberme imaginado y me prometí que hasta que no tuviera conexión a internet en mi cuarto para poder hablar con ellos con mayor frecuencia no volvería a llamarles. En parte me sorprendió porque suelo llevar sin problemas el estar fuera de casa y no era la primera vez que lo hacía. Pero me puse a pensar en tonterías (no tonterías, sino en pensamientos incongruentes y que no venían a cuento ni necesitaba) como que esa vez no estaba tan cerca de ellos ni podía ir a visitarles si me urgía.

Me despejé con una ducha, duché y ya me encontraba mucho mejor conmigo mismo y contento por estar donde estaba en aras de aprovechar todo lo posible las oportunidades que estudiar en el extranjero me ofrecía. Durante la cena Dennis me aviso de que estaría fuera por unos días ya que tenía que exponer un proyecto en otra ciudad y que estaría de vuelta en tres días. Me puse una película al terminar de cenar y preparé la mochila para el día siguiente.

No hay comentarios: