domingo, 28 de octubre de 2007

12 de octubre

Nada más despertarme, que fue bien temprano, me puse a modificar la distribución de la habitación. En un momento de especial lucidez se me ocurrió intentar mover la cama, la cual en principio creí adosada a la pared, y desplazándola unos metros puse la cabecera (no todas las camas de por aquí tienen) frente a la ventana de cristal, de manera que “daba la espalda” a las alturas y a la claridad matutina. El otro extremo quedaba pegado a la pared interior encajando con una especie de esquina que queda entre la cama y la puerta de la habitación. Así acabé momentáneamente con dos problemas: las visibles alturas y la inmensa claridad que invade la habitación cada mañana. Normalmente, a no ser que tenga especiales ganas de dormir, la luz es un factor que me impide conciliar el sueño, aunque en Colonia no es algo que me haya afectado demasiado. En parte me viene bien para poder aprovechar la mañana si me despierta la claridad (a duras penas lo consigue últimamente).

Deshice la maleta y el resto del equipaje y a pesar de que pesaban lo suyo cuando las cargaba, la sensación que me dejó el ver todas mis cosas repartidas en estantes por la habitación fue la de vacío, pero supongo que es algo normal cuando te mudas a un lugar. Iré colonizando cada rincón poco a poco. Me preparé y fui a llamar a Cristina para irnos a ampliar el contrato de alquiler de mi piso.

Fuimos charlando en el metro hacia mi universidad, pues la oficina del Studentenwerk, si recordáis, estaba en la Universitätstrasse, la que sube a mi facultad. Su facultad, la Fachhoschule de ciencias quedaba debajo de casa pero ella sabía donde debía llevarme y como no tenía mejor cosa que hacer esa mañana, me acompañó, como os comenté. Una vez en el desgastado edificio, subimos dos plantas para encontrar las puertas del departamento de alquiler cerradas. Llamamos a la puerta y uno de los trabajadores salió a nuestro encuentro para explicarnos que la oficina estaría cerrada por obras hasta el martes siguiente. Estupendo, y más contando con que tenía hasta el día 15 para ampliar el contrato o tendría que pagar unos euros más por demorarme.

Se nos hizo un poco tarde y ella tenía que volver a casa porque los de la instalación de internet iban a pasarse por su habitación para ponérselo. Antes de ir a la mensa, le di mi tarjeta de recarga de saldo y siguió las instrucciones. Al momento de terminar, me llegaron varios mensajes de información al móvil diciendo que había recargado correctamente y que el bonus estaba activado. Con mi compañía las consultas de saldo son gratuitas e ilimitadas por lo que comprobé si el dinero estaba ya y así era, solo que sin la bonificación aplicada. Más tarde descubriría que los euros extra iban restándose de otra cuenta aparte. Es decir, hasta que no gaste los 40 euros extra el contador de saldo normal no empezará a bajar. Sobra decir que la consulta volvía a ser ilimitada.

El menú que escogimos en la mensa ese mediodía consistía en una gran salchicha alemana que tenía la envergadura del radio de la fuente, acompañada de pasta cocida con una salsa con toque suave de alioli. Debe de ser una crema de receta local pues la he vuelto a ver en más ocasiones. Coincidimos en las mesas del comedor con unos Erasmus españoles que habíamos conocido la noche anterior que estudiaban Traducción. Ambos estudiaban en Sevilla pero la chica, Carla, era de Huelva. Me preguntaron acerca de mis asignaturas y me dijeron que en alguna de ellas seguro coincidiríamos, si bien su carrera se impartía en una Fahoschule aparte, su coordinador les había enviado a mi facultad.

Cris se marchó y me quedé hablando con ellos sobre cuestiones acerca de la universidad. Me explicaron cómo conectarme a internet en la facultad (hay salas de uso común pero si quiero utilizar wi-fi con mi portátil en cualquier punto dentro del edificio de la facultad debo instalarme un programa) así como el proceso de matriculación online a grandes rasgos. Una vez despejadas algunas dudas importantes más, me dirigí a comprar las sábanas y demás compras necesarias. Recorrí la calle Universitätstrasse en dirección sur hasta llegar a una tienda de colchones.

La puerta estaba cerrada pero como eran las 17:00 había gente esperando a que el establecimiento abriera, coas que apenas se hizo esperar. En la entrada había unos mantos nórdicos económicos, a 15 euros, por lo que los tomé de referencia (Patri me indicó que el suyo, de doble capa, lo compró por 25). La dependienta no conseguía entenderme ni con el inglés, que no hablaba, ni con la mímica, que al parecer le resultaba igual de abstracta. Al fin conseguí que me apartara un cubrecama amarillo, un cojín a juego y una almohada pequeña (de las de viaje, pero a mí me daba igual el tamaño siempre que fuera barata). Para explicarle el tamaño de los objetos que le pedía usé ejemplos más gráficos: los propios que allí tenía (para el del cubrecama agarré un colchón del mismo tamaño que el mío) o bien las fotos de los envoltorios. ¡Bendita publicidad gráfica!

Cuando le pregunté por el nórdico vino el momento clave: quería uno para invierno y verano. Patri me dijo que los había de doble capa, para invierno con unos botones para convertirlo en más grueso y para verano se desabrochaban los botones y quedaba más fresquito el nórdico. La mujer me entendió (más bien a mi diccionario) y me mostró justo lo que quería, salvo que valía 50 euros. No me convenció por lo que le pregunté si podía pagar con tarjeta. Me dijo que solo aceptaba al contado, tras lo cual le pregunté donde podría encontrar un cajero automático (pues no llevaba dinero suficiente encima para pagar todo, nórdico aparte). Un hombre que salía de la tienda me indicó que había uno dando la vuelta a la manzana. Aparté mis cosas en un cajón metálico y le dije a la dependienta que esperara. Mientras andaba llamé a Patri para preguntarle donde compró su nórdico porque me lo estaban ofreciendo demasiado caro. Me respondió que en la misma tienda pero que si no fuera al Teppig, que era un supermercado que estaba en la calle frente a la tienda.

Volví con el dinero pero le dije a la mujer que no quería el nórdico doble porque era muy caro y le señalé la oferta de los de la entrada. Ella me mostró que eran poco abrigados, solo de verano. De pronto, me dijo que esperara y sacó de un escaparate algo oculto entre cajas un nórdico doble como el que buscaba, al precio que quería, 25. Me lo mostró: estaba con el precinto y no presentaba nada sospechoso, ni manchas, ni descolorido (a pesar de ser blanco, era algo que podía haberse notado). Satisfecho, procedimos a finiquitar la compra. A la mujer se le despertó el instinto maternal (pese a que había sido muy amable durante todo el proceso) y decidió hacerme una pequeña rebaja de 5 euros sobre el nórdico. Cuando metimos todas las cosas en una gran bolsa, se despidió diciéndome que seguramente tendría dulces sueños esa noche, lo cual le agradecí. Salí contento y vi el Teppig justo frente a donde estaba. Decidí pasarme en otro momento, pues iba cargado ya.

Una vez en casa, preparé la cama y cuando terminé fui a llamar a Cris para que me dejara enviar un email. Tras terminar de revisar el correo electrónico, me dijo que Edu tenía pensado ir al Media Markt a comprarse un cable de red, pues los de la instalación ponían el módem pero el cable iba por tu cuenta. Llamé a Edu y fuimos a Heumarkt, en pleno centro de la ciudad. Es una zona muy agradable y siempre frecuentada por gente que va de compras, pues es un barrio principalmente comercial, a la orilla izquierda del Rin. Me recordaba a la zona de Sol y Callao, que están en el centro de Madrid, plagadas de letreros iluminados y escaparates llenos a rebosar de cartelitos. Edu comentaba que le apetecía desde hacía tiempo dar un paseo turístico por las calles de Heumarkt alejándose por momentos del estrés del papeleo y las prisas.

En seguida se hizo de noche y llegamos al Media Markt. Encontramos el cable por 8 euros, algo más caro de lo que creíamos pues de los de 6 no quedaban, pero con 3 metros de distancia. Como el de 5 metros costaba lo mismo, convencí a Edu de coger ese modelo. Cada uno cogimos uno de 5 y como yo iba con la intención expresa de también comprar un cargador de pilas y un alargador para el enchufe del ordenador (la nueva distribución de la mesa del escritorio quedaba algo lejos del enchufe más próximo, pues estaba ocupando el lugar que antes tenía la cama) cogí unos económico. Llevaba un día de compras rentables en las que estaba sacando el máximo rendimiento a la economía estudiantil.

Partimos en dirección a Neumarkt, que en teoría quedaba a escasos metros de la tienda rumbo suroeste pero obnubilado con los escaparates y sus luces (que por cierto, eran las mismas calles que había recorrido con Patri la mañana del día anterior y donde compré la tarjeta de prepago alemana) acabamos desviándonos de la ruta y nos perdimos. Atravesamos un par de calles y parques hasta dar con la siguiente parada de metro. En el camino de vuelta me fue comentando que él al principio se encontraba perdido por lo que entendía mi estado distraído. Durante la primera semana, creía estar de vacaciones, sin enterarse de qué hacía allí y sin asimilar toda la información; en la segunda ya era más consciente de su situación, pero aún con el pensamiento de que pronto regresaría a casa; y finalmente en la tercera, en la que se encontraba, asumía que iba a pasar aquí todo el otoño.

Finalmente en casa cené lomo embuchado que me traje de España. Me duché y encendí por vez primera el ordenador en la habitación. Estaba asentándome paulatinamente. Esa noche decidí no salir (Patri iba a un concierto de Macaco del cual me había informado al llegar a Köln, pero las entradas se habían agotado desde hacía unos días) y ver una película pero quedé con Edu en ir al Teppig a comprar las cortinas, pues en su habitación el sol da desde primera hora de la mañana. Miré la vista nocturna que ofrecía mi ventana, con la catedral tapada por un edificio de Lufthansa; el iluminado Köln Arena, impresionante estadio que luce sus galas cada noche; el pabellón donde se representa “We will rock you”, el musical de Queen; la Fachhoschule en todas su amplitud, etc. Recordé cosas que habían pasado durante todo el día, como cuando estuve comentando con Cris que en España estarían de puente o cómo tontamente me había perdido (pero como dice mi vecino, así es como aprende uno a desenvolverse por Colonia). Caí rendido en la cama.

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