domingo, 18 de noviembre de 2007

12 de noviembre

La tarde anterior, mientras preparaba la ponencia para la clase de Essay Writing, recibí una llamada de Anton. Me dijo que iba a ir a un concierto de rock con sus amigos y preguntó si queríamos ir con ellos. Pintaba muy interesante cuando dijo que se trataba de Led Zeppelin y que solo costaba 20 euros. Impresionante aunque más tarde investigué por internet y averigüé que no se trataba del grupo original, si no de una agrupación femenina que tocaba versiones de la mítica banda, y que se llamaban Lez Zeppelin. Ya me escamaba que fuera tan barato. De hecho, en internet encontré que para asistir al último concierto de Led Zeppelin sólo se podía acceder a la compra de las entradas mediante sorteo y éstas costaban 250 dólares, casi nada.

Estuvimos esperando impacientes a que llegara la profesora para quitarnos de encima la presentación cuanto antes. No vino, así que pasada más de media hora, decidimos irnos a casa. Llamé a Anton para quedar con él y comprar la entrada del concierto (Laura prefirió reservarse para el concierto de Interpol). Comí en la mensa con Laura y Rocío porque Patri estaba con una amiga suya que vivió en Colonia el curso pasado y había venido de visita. Apenas tuve tiempo de ir a casa, coger el paquete para enviarlo a España en correos e ir a comprar la entrada con Anton. Al menos ese era mi plan, porque me entretuve más tiempo del que pensaba en la oficina de Deutsche Post, ya que la señora que me atendió no se aclaraba con lo que le pedía. El precio del envío con prioridad urgente fue bastante caro, mejor no lo indico para no herir sensibilidades, basta decir que fue suficiente para que dejara de plantearme realizar envíos a ninguna parte.

Me equivoqué al hacer transbordo y no llegué a tiempo para encontrarme con Anton, aunque fui avisándole de dónde estaba por teléfono. Finalmente, me paré para esperarle en la estación equivocada y al querer llamarle, la batería de mi móvil me abandonó vilmente. Estaba cerca de la universidad y quedaba poco tiempo para que la clase empezara así que fui corriendo con la intención de encontrarme con Anton allí, pero no estaba.

Decidí esperarle en clase y luego explicarle. Ese día en clase de conversación nos dieron leche y galletas Oreo para merendar, lo cual fue una suerte, porque sentaban muy bien. Estaba degustando mi vaso de leche cuando de pronto Anton irrumpió por la puerta y se dirigió hacia mí con intenciones asesinas. Me levanté y huí intentando explicarle lo ocurrido mientras corría por la clase. Montamos una escena a lo Benny Hill y finalmente conseguí tranquilizarle. Decidimos irnos antes de que la clase acabara para ir deprisa a por las entradas anticipadas, pero no hubo suerte porque la tienda a la que nos dirigimos acababa de cerrar.

Montamos en el tren en dirección al concierto y de paso le enseñé a contar en castellano hasta el 20. Una vez en Live Music Hall, nos encontramos con unos amigos suyos, cuyos nombres os costará aprender: Christopher y Jonathan, alemanes al cien por cien, vaya. Hablábamos todo el tiempo en inglés y estuvimos bromeando al tiempo que me preguntaban. Finalmente nos reunimos un grupo de diez personas (sobre todo hice buenas migas con un amigo de Anton que era italiano, y con su novia) y entramos a la sala, que era espaciosa pero abrigada.

Hubo grupo telonero, Anthem of Deaf, que fueron bastante interesantes con su rock suave pero animado. Su hora de concierto pasó volando y nos quedamos con la duda de saber si eran alemanes o americanos, porque las presentaciones de las canciones, las bromas con el público y los regalos de maquetas a los presentes fueron a dos bandas, en ocasiones en la lengua alemana y en otras en inglés americano.

Las chicas se hicieron de rogar, pues entre un concierto y otro pasó más de media hora, para desesperación de los presentes. Pero todos esos sentimientos de impaciencia se esfumaron cuando empezaron a sonar los primeros acordes. Las míticas canciones de Led Zeppelin eran perfectamente reconocibles aunque el trabajo de las componentes era perfectamente reconocible, dándoles un toque personal muy adecuado. Me alegró comprobar que no eran unas meras imitadoras, la puesta en escena fue impresionante y la cantante estuvo a la altura, independientemente de las comparaciones.

Los momentos más extraños vinieron dados por la guitarrista, que se lió a tocar la guitarra con una cuerda de violín y los solos que se marcó, que fueron muy experimentales. De vez en cuando bromeábamos entre nosotros entre codazos y brincos. Lo que quizá desentonó entre aquellas largas canciones (un cuarto de hora de media por cada una) fueron las dos canciones de cosecha propia que tocaron, con un toque country que no venía mucho a cuento, además de que fueron las dos únicas canciones en acústica. El impresionante chorro de voz de la cantante unido con la batería, que no paró en todo el tiempo, increíblemente, fueron sin duda lo mejor de la actuación. Parecía mentira que hubieran pasado dos horas de música ininterrumpida con su concierto cuando finalizó.

Acabé con las piernas molidas del cansancio, pero aún así esperamos unos minutos a que las chicas nos firmaran la entrada. Les hicimos un par de preguntas que contestaron amablemente y nos fuimos para cenar un poco. El concierto empezó a las 20h y acabó a las 00:00h, de modo que lo único que encontramos abierto fue un Burger King. Comimos una hamburguesa y un helado (se quedaron alucinados viendo que terminé el mío en seguida, pues ellos estaban arrecidos del frío. Y eso que soy quien viene del sur…).

Cogimos el último tren hasta casa (tanto Anton como yo estuvimos a punto de perder el último, con lo que tendríamos que haber esperado casi 3 horas, sobre las 5h de la madrugada). Aún así, corrí a casa para poner a cargar el móvil y llamarle, pues no estaba convencido de que hubiera cogido a tiempo su tren.



No hay comentarios: