sábado, 24 de noviembre de 2007

19 de noviembre

Por fin, la espera llegó a su fin: el día de la presentación oral había llegado. Salí un cuarto de hora antes de que la clase de alemán terminara para ir corriendo a clase y posicionarme en buen lugar para dar comienzo a la susodicha presentación, que se había hecho de rogar. Nos organizamos y repartimos los puestos. Siguiendo el orden que establecimos, me tocó el tercero del grupo, el penúltimo. Fue rápido y nada doloroso, como una vacuna a la que temes pero que ni siquiera notas cuando te están pinchando.

Estaba muy relajado mientras esperaba mi turno. Me sabía el discurso con todo detalle pero no por haberlo ensayado, sino de tantas veces como lo había leído en cada ocasión en la que la presentación se había anunciado. En un principio seguí el guión con anotaciones breves que sostenía para no perderme en las explicaciones, pero viendo que probablemente acabaría vomitando por el mareo que me ocasionaría mirar al guion, al público, a la profesora, al proyector, a la transparencia reflejada en la tela blanca, etc., evitando descoyuntarme, me armé de valor en un arrebato y solté encima de la mesa el guión al poco de comenzar la presentación. Era consciente de los fallos evitables que cometí víctima de las prisas pero lo primordial era hacer llegar la información más que ralentizar el discurso auto-corrigiéndome. Salió mejor de lo que esperaba, si bien hablar en inglés es algo que tengo que hacer a diario, dar un coloquio en una sala cerrada para un silencioso público sigue siendo una tarea a la que uno no se acostumbra fácilmente.

Intentamos comer en la mensa con los habituales al comedor, pero debido a que fueron llegando por tandas y a que el tamaño de algunas colas de espera era colosal, subí con Patri al comedor vegetariano. Sí, parece absurdo el ver a dos carnívoros consumados dirigirse como desesperados al comedor de sus antípodas gastronómicas, pero lo que allí encontramos superó nuestras expectativas: escogimos un plato compuesto por tres extraños rebozados con forma de rombo, acompañados por una salsa de tomate. Los probamos y… ¡nos encantaron! El rebozado estaba compuesto de muesli y cereales y por dentro llevaba espinacas con huevo, delicioso. Acabamos llenos para sorpresa de nuestro reticente paladar.

Cuando bajamos para pasar la tarde en la facultad, nos encontramos con los estudiantes polacos que llevaban tiempo sin venir a la clase de conversación. Estuvimos hablando con ellos y nos comentaron que solamente ir a debatir y comer chocolatinas no les motivaba, pues necesitaban tiempo para estudiar (descubrimos que estudiaban para ser dentistas. Estaban muy concienciados con sus estudios pues hasta me hicieron una revisión bucal espontánea al tiempo que hablaban conmigo). Nos despedimos porque empezaba a chispear y fuimos a buscar sitio libre en los pupitres de los pasillos de la facultad.

Estuvimos comiendo chucherías y haciendo tarea que teníamos pendiente al tiempo que veíamos la tromba de agua que caía en la calle. Casi nos quedamos dormidos con el calorcito de los radiadores. Comentamos cómo nos había parecido la exposición de cada uno (nosotros nos repartimos a la mitad un apartado del trabajo completo) aunque también hablamos sobre temas como el racismo y la religión, como preparatoria para la clase de conversación, cuyos temas principales del día eran los mismos.

Las chocolatinas del día fueron bombones de chocolate y al final el tema de habla quedó relegado a un segundo plano debido a las exposiciones orales que se hicieron. Se supone que debían de ser de tema libre, por lo que la variedad estaba asegurada, aunque las tres personas que expusieron no nos dieron ese capricho, pues hablaron todas sobre sus gustos personales: series de televisión y libros favoritos. Hubo títulos interesantes pero la originalidad en los discursos (que se limitaban a resumir los libros y dar la opinión) destacó por su ausencia.

De camino a casa, repasé con Anton los números del 1 al 20 y los verbos “ser” y “tener” en presente de indicativo en castellano. Va progresando aunque a poco a poco.

2 comentarios:

Jeparla dijo...

Joer, a mi me cuesta hablar en publico en castellano, no me quiero ni imaginar en ingles...

mimotaku dijo...

Créeme, el truco de imaginarte al público en paños menores no pone las cosas más fáciles. Procura evitar el utilizarlo xDDD