domingo, 4 de noviembre de 2007

30 de octubre

Mi particular modo de ver la vida va contagiando a la rutina que se va asentando paulatinamente a esta nueva etapa. Un claro ejemplo es la jornada a la que dedico estas palabras: absurda, onírica y extraña. Una descripción que me resulta exageradamente familiar.

Un condicionante es el cambio de hora que aconteció dos días anteriormente.

Desperté en el curso de alemán (toda la información de cómo llegué allí se ha perdido de mis conexiones cerebrales, una laguna mental que se diría). Me sienta fatal no dormir 9 horas al día y con el sueño que arrastraba apenas le di importancia a la circunstancia con la que me encontré. Estábamos haciendo un ejercicio de comprensión lectora. Teníamos que resolver unos enigmas concernientes a asuntos familiares. Unos iban de averiguar cuántos miembros componían cada unión familiar con las pistas que daban. Me puse a resolver las ecuaciones y a brincar de mi asiento cada vez que acertaba con la respuesta, ya que no usé apenas el diccionario. ¿Intuición decís? Qué va, lógica matemática pura y dura.

La otra variante era una prueba de orientación más que de retención de conocimientos, porque ¿quién no se perdería si le preguntaran por el hijo del padre del hijo del padre del hijo de tu abuelo? No os molestéis, la solución es tú mismo, pero es un ejemplo, para que me entendáis.

Eché un vistazo a ver qué hacían mis compañeros españoles y encontré a Rocío leyéndose “El Principito” en alemán. Al salir del curso me encontré a la doble de Yumi y a su amiga. Digo doble porque vestía idénticamente a Yumi y compartían gafas y peinado. Me acerqué a ella y me dijo que ningún problema, que era normal que la confundieran porque sabía que se parecían. Imaginaos a dos japonesas diciendo que se parecen entre sí… Sólo podían distinguirse por un par de rasgos faciales pero por lo demás parecían gemelas.

Volví a casa a comer y me tendí sobre la cama al terminar. Me quedé totalmente empanado/obnubilado mirando a la pared. Del cansancio no podía dormir así que miré por la ventana y decidí echar unas fotos al paisaje que se ve desde la ventana pequeña de mi cuarto. Al rato actualicé el recién estrenado blog y cuando quise darme cuenta ya era de noche. El reloj apenas marcaba las 17:20. Normalmente me deprime el cambio horario pero sé que es por una buena causa. Lo que me desconcierta es que se llame “las cinco de la tarde” a esta hora incluso en invierno.

La clase de la profesora Laversuch de ese día no se impartiría por enfermedad de la misma aunque fue una información que nos llegó tardía, cuando nos habíamos dado el viaje en vano. Al salir fuimos al edificio grande de la facultad a buscar unos servicios. Nos indicaron que estaban tras una puerta, al menos el de caballeros, pues Patri desapareció instantáneamente yéndose en dirección contraria. Tenía la vejiga colapsada y ya me estaba llevando las manos al pantalón al cruzar la puerta cuando… bajé unas escaleras y di con un largo pasillo. Busqué y en frente encontré el dichoso servicio. El botón de los vaqueros salió disparado (pese a que me quedan un poco grandes) y cayó bajo el trono del biombo contiguo. No podía ni mear uno tranquilo… Lo encontré tras buscar fugazmente por aquellas inexploradas lindes y volví a buscar a Patri, que no apareció hasta un cuarto de hora más tarde. Había dado un rodeo tremendo pasando varias veces delante de la puerta que le correspondía.

Al llegar a cada me di con la palma de la mano en frente cayendo en la cuenta de que no había ido a la clase de fonética alemana optativa. Caí en letargo automáticamente.


¿A que no diríais que ahí en medio se esconde el Rin?

3 comentarios:

joseisidro dijo...

tendreis que conocer mejor la universidad y serviros de los servicios que disponga (biblioteca,mensa,sala de infomatica,servicios,etc) para hacer utiles vuestra estancia alli y cansaros menos en los viajes, de todas maneras el cambio de horario afecta a todo el mundo

Anónimo dijo...

¿Por que siempre salta el botón de un pantalón masculino y no el de una camisa femenina? Ahí dejo mi reflexión...

mimotaku dijo...

Cierto, el cambio de hora afecta hasta a los pantalones, como habéis podido leer...

Buen apunte, Penny, y muy cierto además.